En San Diego, el clima se transforma cuando la tuba resuena y los acordeones chilla. Si alguna vez has caído en una “carreta” en Chula Vista, estás convencido de lo que estoy hablando. Los ElMero Grupos Nortenos en San Diego aquí logran poner el ambiente más lleno que una feria en medio del verano. Es una fiebre, una combinación de añoranza por la finca y gusto por la frontera.

Numerosos individuos consideran que escuchar norteño es simplemente botas y sombrero, pero no es cierto. La música se escucha en todas partes: desde las quinceañeras en la ciudad de National hasta los trokas tuneados bailando corridos por la playa Imperial. Claro, incluso los güeritos voltean el dial cuando aparecen las clásicas. Ninguna persona sobrevive al mover el pie.

Los colectivos que interactúan por estos lados poseen algo que no hallas en otras secciones. Es una onda peculiar, que puede fusionar la bravura de Sinaloa con la picardía de Baja California. No todo es melodía ni relatos melancólicos. Algunos hacen chistes en público, le dedican canciones a la suegra o improvisan versos dulces para quien se deje. Se dice que si bailas mal, pero lo intentas sin esfuerzo, eres acogido. Aquí se respeta eso.

¿Has observado alguna vez cómo la raza respalda su grupo preferido? Es prácticamente una religión. Existen discusiones en los parques, memes en Facebook, e incluso alguna disputa en los comentarios. Se experimenta el orgullo, el sentimiento de identidad. La neta, cada conjunto empuja una onda distinta. Unos adoptan los clásicos de los setentas, otros incorporan cumbia, otros traen un moderno tumbado. Nunca se aburre el menú musical.

Aquí, incluso el que no conoce mucho este tema acaba bailando. Lo observo cada vez. En algún momento asistí a una carne asada en Otay y un gringo acabó intentando zapatear. Lo hizo tan incorrectamente que el grupo paró y le dedicó una estrofa improvisada a su “enorme habilidad”. A todos les sonrió, incluso él acabó soltando la risa.

Es sencillo encontrar un flyer que circula por Instagram cada fin de semana, invitando a tocadas en garajes, clubes o viviendas rentadas. Esta ciudad emana música de Norteamérica, y si no te convence, recorre la región sur cualquier viernes por la noche. Observarás que en este lugar, los norteños son más que una tendencia: forman parte de la rutina cotidiana, un enlace entre generaciones y territorios. De esta manera se disfruta, se danza y se asume el talento local. Que no se afirme que aquí no existe gusto. En este lugar, cada melodía, cada clamor, rompe el silencio como un buen corrido que cruza la frontera.